Esto es un extracto del capítulo 19 ("Iluminación") del libro La Danza del Vacío, de Adyashanti.
Desde aquí nuestro agradecimiento a Toni (jugandoalegremente.blogspot.com) por compartirlo:
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Capítulo 19 - Iluminación
(...)
En zen decimos que «si te sientas y te quedas en silencio mirando una pared el tiempo suficiente, sucederá algo». Muchas personas lo han hecho y han tenido experiencias agradables: un estado de placer muy intenso durante unos minutos, quizá, o tal vez, con suerte, durante unas horas del retiro. Esta sensación puede durar sólo unos segundos, en una determinada meditación, justo antes de que la mente diga que «la libertad debe ser algo parecido a extender esta experiencia en el tiempo infinitamente».
Sin embargo, la experiencia de mi iluminación no fue lo que esperaba. Y jamás he conocido a nadie que dijera otra cosa después de despertar realmente a la Verdad. No he conocido nunca a alguien que me dijera: «Adya, la iluminación se parece mucho a lo que esperaba de ella». Lo que suelen decir es: «Es totalmente distinto de lo que esperaba. Y no se parece a ninguna de las experiencias espirituales que había tenido antes, ya fuesen experiencias de dicha, de amor, de unión con lo divino o de consciencia cósmica».
Como decimos en zen, una vez más, «si te sientas, te callas y te quedas mirando una pared el tiempo suficiente, experimentarás todas esas cosas». ¿Y sabes qué ocurre con esas experiencias? Pasan. Pero la mayoría de la gente que lo sabe finge no saberlo. Casi todo el mundo que ha atravesado una lista de experiencias espirituales sabe que ninguna ha durado porque, si lo hubiera hecho, no seguirían buscando otra experiencia más. Así que casi todos los que participan en el juego de la espiritualidad desde hace bastante tiempo saben que ninguna experiencia ha perdurado.
Nadie se quiere enfrentar a esto. Los estudiantes oirán cientos y cientos de veces que la iluminación no es una experiencia y seguirán diciendo al venir al satsang: «Adya, cuando me voy del satsang pierdo lo que consigo aquí». Y yo siempre respondo: «Por supuesto. Independientemente de la experiencia que obtengas, la perderás. Ésa es la naturaleza de la experiencia».
Si digo que la libertad es lo que viene para no marcharse suena bien, pero la mente sólo puede imaginar una experiencia inagotable que no venga para marcharse. Y entonces piensa: «Todavía no he encontrado la experiencia inagotable adecuada, la que no llega para desaparecer después. No he obtenido la experiencia correcta».
Por alguna razón, y no me doy ningún crédito por esto, cuando me senté a mirar la pared durante quince años, como estudiante zen, tuve varias experiencias. Algunas fueron experiencias kundalini explosivas para la mente, experiencias de unión mística, de dicha, de avalanchas de luz divina y de amor. Como la mayoría de las personas que se sientan frente a una pared, descubrí que estas experiencias no sucedían tan frecuentemente como me hubiese gustado, y tampoco duraban tanto tiempo. En determinados momentos del viaje solía pensar: «¡Es esto! ¡Esta experiencia es tan abrumadoramente agradable que tiene que ser esto!». Mi conciencia se expandía infinitamente y recibía más visiones de las que podía asimilar. Si deseas estas experiencias, existe una receta para conseguirlas: siéntate delante de una pared durante horas infinitas día tras día.
Pero yo recibí algo que, como entendí más tarde, resultó ser una increíble bendición: precisamente cuando tenía las experiencias más bellas e increíbles, cosa que no sucedía muy a menudo, aparecía siempre una molesta vocecilla que me decía: «Sigue adelante, ¡no es esto!». El resto de mi yo seguía pensando: «Por supuesto que es esto, pues todo el cuerpo y la mente me lo están diciendo. Todas las señales me dicen que es eso. El placer se ha hecho tan intenso que tiene que ser esto». Entonces aparecía la vocecilla y decía: «No te detengas aquí, no es esto».
Si hubiese podido, probablemente habría agarrado a esa vocecilla y la habría tirado por la ventana, pues me daba cuenta de que otras personas también tenían estas grandes realizaciones y al menos las disfrutaban por unos días, unas semanas, en algunos casos unos meses, y estaban convencidas de haberlo conseguido. Yo apenas conseguía disfrutar de una de estas realizaciones durante más de diez minutos. Eso no significa que se detuviese inmediatamente, pero mientras ocurría yo sabía, sin lugar a dudas, que no era eso, independientemente de cuál fuese la experiencia. Más tarde comprendí que esto había sido una enorme bendición, pues me sacó una y otra vez del lugar en el que probablemente hubiese querido quedarme.
Si te aferras a cualquier experiencia, en cuanto ésta pase experimentarás el sufrimiento. Lo sorprendente es que este sufrimiento no suele hacernos avanzar, sino que nos hace dar un giro de 180 grados para ver de nuevo la experiencia perdida. En muchos casos este sufrimiento es una completa pérdida de tiempo, pues no conseguimos aprender que la iluminación no es ninguna experiencia que aparece y desaparece, así que seguimos intentando repetirla o retenerla una y otra vez.
Si somos muy afortunados, sabremos de inmediato que si la experiencia desaparece eso no es la iluminación, o no haremos el giro de 180 grados cuando la experiencia se disuelva. Nos daremos cuenta de que, fuese la experiencia que fuese, no se trataba de la iluminación, pues todas esas experiencias me estaban sucediendo a mí, y todas las experiencias que me acontecen están ligadas al tiempo, lo que implica que aparecen y desaparecen. En mi caso, esto resultó ser una bendición, pues vi que cualquier experiencia que perdiera su momento cumbre no era la iluminación que yo estaba buscando. Acortó mucho mi viaje.
Cuando hablamos de la búsqueda de la iluminación, que es prácticamente la palabra más gastada del diccionario espiritual, en realidad estamos buscando la respuesta a la pregunta «¿cuál es la Verdad?». Esta pregunta es completamente distinta de esa otra que dice «¿cómo puedo obtener esta experiencia?» o «¿cómo puedo mantenerla?». Preguntar «¿cuál es la Verdad?» es un proyecto demoledor. La espiritualidad, en gran medida, es un proyecto constructor. Ascendemos y ascendemos: las ideas ascienden, la energía kundalini asciende, la conciencia asciende. Crece y crece y nosotros sentimos que cada vez somos mejores personas.
Pero la iluminación es un proyecto demoledor. Te enseña, simplemente, que nada de lo que creías es verdad. Todo lo que crees ser, con independencia de la imagen que tengas de ti (buena, mala o indiferente), es mentira. Independientemente de lo que pienses sobre Dios, nada es verdad. No puedes tener ningún pensamiento verdadero sobre Dios, así que todos tus pensamientos al respecto te muestran, precisamente, lo que el divino no es. Tus ideas sobre el mundo te muestran, precisamente, lo que el mundo no es. Lo que piensas de la iluminación te muestra, precisa y exactamente, lo que no es.
¿Lo ves? Se trata de eliminar. ¿Qué es lo que se elimina? Todo. Si no lo eliminas todo, no será realmente liberador. Si queda una sola cosa o un solo punto de vista sin eliminar, aún no estarás liberado.
Casi todos los seres humanos basan su vida en evitar la verdad. La verdad que evitamos es la Verdad del vacío. No queremos ver que no somos nada. No queremos ver que todo lo que creemos está equivocado. No queremos ver que todo lo que el mundo piensa es erróneo. No queremos ver que nuestro punto de vista es incorrecto y que no existe ningún punto de vista correcto. No queremos ver que todo lo que creemos de Dios es lo que Dios no es. No queremos ver lo que quiso decir el Buda con aquello de que no existía ningún yo.
Preferiríamos añadir una afirmación positiva. Así que en vez de ver que no existe ningún yo y que todo lo que la mente considera verdad, en último término, no es más que vacío, nuestra mente enseguida añade algo positivo, como «yo soy consciente» o «todo es dicha» o «Dios es amor». No queremos ver que el núcleo de nuestra existencia contiene un espacio vacío.
En zen decimos que «si te sientas y te quedas en silencio mirando una pared el tiempo suficiente, sucederá algo». Muchas personas lo han hecho y han tenido experiencias agradables: un estado de placer muy intenso durante unos minutos, quizá, o tal vez, con suerte, durante unas horas del retiro. Esta sensación puede durar sólo unos segundos, en una determinada meditación, justo antes de que la mente diga que «la libertad debe ser algo parecido a extender esta experiencia en el tiempo infinitamente».
Sin embargo, la experiencia de mi iluminación no fue lo que esperaba. Y jamás he conocido a nadie que dijera otra cosa después de despertar realmente a la Verdad. No he conocido nunca a alguien que me dijera: «Adya, la iluminación se parece mucho a lo que esperaba de ella». Lo que suelen decir es: «Es totalmente distinto de lo que esperaba. Y no se parece a ninguna de las experiencias espirituales que había tenido antes, ya fuesen experiencias de dicha, de amor, de unión con lo divino o de consciencia cósmica».
Como decimos en zen, una vez más, «si te sientas, te callas y te quedas mirando una pared el tiempo suficiente, experimentarás todas esas cosas». ¿Y sabes qué ocurre con esas experiencias? Pasan. Pero la mayoría de la gente que lo sabe finge no saberlo. Casi todo el mundo que ha atravesado una lista de experiencias espirituales sabe que ninguna ha durado porque, si lo hubiera hecho, no seguirían buscando otra experiencia más. Así que casi todos los que participan en el juego de la espiritualidad desde hace bastante tiempo saben que ninguna experiencia ha perdurado.
Nadie se quiere enfrentar a esto. Los estudiantes oirán cientos y cientos de veces que la iluminación no es una experiencia y seguirán diciendo al venir al satsang: «Adya, cuando me voy del satsang pierdo lo que consigo aquí». Y yo siempre respondo: «Por supuesto. Independientemente de la experiencia que obtengas, la perderás. Ésa es la naturaleza de la experiencia».
Si digo que la libertad es lo que viene para no marcharse suena bien, pero la mente sólo puede imaginar una experiencia inagotable que no venga para marcharse. Y entonces piensa: «Todavía no he encontrado la experiencia inagotable adecuada, la que no llega para desaparecer después. No he obtenido la experiencia correcta».
Por alguna razón, y no me doy ningún crédito por esto, cuando me senté a mirar la pared durante quince años, como estudiante zen, tuve varias experiencias. Algunas fueron experiencias kundalini explosivas para la mente, experiencias de unión mística, de dicha, de avalanchas de luz divina y de amor. Como la mayoría de las personas que se sientan frente a una pared, descubrí que estas experiencias no sucedían tan frecuentemente como me hubiese gustado, y tampoco duraban tanto tiempo. En determinados momentos del viaje solía pensar: «¡Es esto! ¡Esta experiencia es tan abrumadoramente agradable que tiene que ser esto!». Mi conciencia se expandía infinitamente y recibía más visiones de las que podía asimilar. Si deseas estas experiencias, existe una receta para conseguirlas: siéntate delante de una pared durante horas infinitas día tras día.
Pero yo recibí algo que, como entendí más tarde, resultó ser una increíble bendición: precisamente cuando tenía las experiencias más bellas e increíbles, cosa que no sucedía muy a menudo, aparecía siempre una molesta vocecilla que me decía: «Sigue adelante, ¡no es esto!». El resto de mi yo seguía pensando: «Por supuesto que es esto, pues todo el cuerpo y la mente me lo están diciendo. Todas las señales me dicen que es eso. El placer se ha hecho tan intenso que tiene que ser esto». Entonces aparecía la vocecilla y decía: «No te detengas aquí, no es esto».
Si hubiese podido, probablemente habría agarrado a esa vocecilla y la habría tirado por la ventana, pues me daba cuenta de que otras personas también tenían estas grandes realizaciones y al menos las disfrutaban por unos días, unas semanas, en algunos casos unos meses, y estaban convencidas de haberlo conseguido. Yo apenas conseguía disfrutar de una de estas realizaciones durante más de diez minutos. Eso no significa que se detuviese inmediatamente, pero mientras ocurría yo sabía, sin lugar a dudas, que no era eso, independientemente de cuál fuese la experiencia. Más tarde comprendí que esto había sido una enorme bendición, pues me sacó una y otra vez del lugar en el que probablemente hubiese querido quedarme.
Si te aferras a cualquier experiencia, en cuanto ésta pase experimentarás el sufrimiento. Lo sorprendente es que este sufrimiento no suele hacernos avanzar, sino que nos hace dar un giro de 180 grados para ver de nuevo la experiencia perdida. En muchos casos este sufrimiento es una completa pérdida de tiempo, pues no conseguimos aprender que la iluminación no es ninguna experiencia que aparece y desaparece, así que seguimos intentando repetirla o retenerla una y otra vez.
Si somos muy afortunados, sabremos de inmediato que si la experiencia desaparece eso no es la iluminación, o no haremos el giro de 180 grados cuando la experiencia se disuelva. Nos daremos cuenta de que, fuese la experiencia que fuese, no se trataba de la iluminación, pues todas esas experiencias me estaban sucediendo a mí, y todas las experiencias que me acontecen están ligadas al tiempo, lo que implica que aparecen y desaparecen. En mi caso, esto resultó ser una bendición, pues vi que cualquier experiencia que perdiera su momento cumbre no era la iluminación que yo estaba buscando. Acortó mucho mi viaje.
Cuando hablamos de la búsqueda de la iluminación, que es prácticamente la palabra más gastada del diccionario espiritual, en realidad estamos buscando la respuesta a la pregunta «¿cuál es la Verdad?». Esta pregunta es completamente distinta de esa otra que dice «¿cómo puedo obtener esta experiencia?» o «¿cómo puedo mantenerla?». Preguntar «¿cuál es la Verdad?» es un proyecto demoledor. La espiritualidad, en gran medida, es un proyecto constructor. Ascendemos y ascendemos: las ideas ascienden, la energía kundalini asciende, la conciencia asciende. Crece y crece y nosotros sentimos que cada vez somos mejores personas.
Pero la iluminación es un proyecto demoledor. Te enseña, simplemente, que nada de lo que creías es verdad. Todo lo que crees ser, con independencia de la imagen que tengas de ti (buena, mala o indiferente), es mentira. Independientemente de lo que pienses sobre Dios, nada es verdad. No puedes tener ningún pensamiento verdadero sobre Dios, así que todos tus pensamientos al respecto te muestran, precisamente, lo que el divino no es. Tus ideas sobre el mundo te muestran, precisamente, lo que el mundo no es. Lo que piensas de la iluminación te muestra, precisa y exactamente, lo que no es.
¿Lo ves? Se trata de eliminar. ¿Qué es lo que se elimina? Todo. Si no lo eliminas todo, no será realmente liberador. Si queda una sola cosa o un solo punto de vista sin eliminar, aún no estarás liberado.
Casi todos los seres humanos basan su vida en evitar la verdad. La verdad que evitamos es la Verdad del vacío. No queremos ver que no somos nada. No queremos ver que todo lo que creemos está equivocado. No queremos ver que todo lo que el mundo piensa es erróneo. No queremos ver que nuestro punto de vista es incorrecto y que no existe ningún punto de vista correcto. No queremos ver que todo lo que creemos de Dios es lo que Dios no es. No queremos ver lo que quiso decir el Buda con aquello de que no existía ningún yo.
Preferiríamos añadir una afirmación positiva. Así que en vez de ver que no existe ningún yo y que todo lo que la mente considera verdad, en último término, no es más que vacío, nuestra mente enseguida añade algo positivo, como «yo soy consciente» o «todo es dicha» o «Dios es amor». No queremos ver que el núcleo de nuestra existencia contiene un espacio vacío.
#Extras#
A continuación se extraen tres fragmentos más de capítulos anteriores del libro:
La Tierra prometida está aquí. La eternidad está aquí. ¿Te has dado cuenta de que nunca has dejado de estar aquí, excepto en tu mente? Cuando te acuerdas del pasado, en realidad no estás en el pasado. Tu recuerdo está aconteciendo aquí. Cuando piensas en el futuro, la proyección del futuro está aquí. Y cuando llegas al futuro, el futuro está aquí; deja de estar en el futuro.
Para estar aquí, lo único que tienes que hacer es desprenderte de la idea que tienes de ti mismo. ¡Eso es todo! Y entonces te darás cuenta de que «aquí estoy». En el aquí no crees en los pensamientos. Cada vez que vienes aquí no eres nada. Una nada radiante. Un cero absoluto y eterno. El vacío que está despierto. El vacío que está lleno. El vacío que lo es todo.
Quieres varias cosas sólo porque no sabes quién eres. En cuanto regresas a ti mismo, a esa conciencia vacía, te das cuenta de que ya no quieres nada más porque eres lo que quieres.
No descubres una libertad que te haga decir: «He alcanzado la iluminación». La libertad te hace pensar: «Dios mío, aquí nadie necesita alcanzar la iluminación. Por tanto, nadie tiene que iluminarse». Ésa es la luz. El único que necesita iluminación, libertad, liberación y emancipación es el concepto del «yo». Cree que necesita encontrar a Dios, o conseguir un Ferrari; cuando lo entiendas te darás cuenta de que todo es igual. Pero en cuanto puedas ver más allá del concepto del yo y comprendas que no es más que actividad mental y nada más, comprenderás que nadie necesita alcanzar la iluminación.
Yo, yo, yo. Yo creo esto. Yo creo eso. Valgo la pena. Lo conseguí. No lo conseguí. Estoy iluminado. Lo perdí. Todo es materia mental. Nadie necesita alcanzar la iluminación, y nadie la pierde. Todo ha sido una ficción. ¿Has comparado alguna vez tu vida con una novela barata? Es como una serie de Nancy Drew: cuando contaba una historia y creías que el final estaba cerca, descubrías que la autora acababa de sacar otra historia, y en cuanto la terminabas salía otra nueva. Pero el autor nunca está dentro del libro. El autor no se hace visible nunca y siempre se queda fuera del libro.
La mente funciona igual. Después de muchas historias, el personaje de la mente dice: «Necesito iluminarme. Tengo que encontrar la fuente. Necesito encontrar a Dios. Tengo que liberarme. Necesito ir más allá de la vida y de la muerte». Y más tarde llega a comprender: «¡Vaya, ésa es la historia!», y se pregunta: «¿Y qué soy yo sin la historia?». Dejas a un lado el libro llamado «mi vida». Ves que no hay ninguna historia ni ningún yo. El yo es una historia. La totalidad de la historia surge espontáneamente de la nada, del espíritu, para que puedas disfrutarla. Existe para que tú la leas: para que te rías un poco, para que llores un poco, para que tengas altibajos, mentiras, muertes, amigos, enemigos, sin tomarla nunca en serio.
Si tienes experiencias espirituales, el argumento es estupendo. Aparecen en la mayoría de las novelas espirituales tituladas «mi vida». El personaje obtiene experiencias, se acerca a la iluminación, se aleja, encuentra la dicha y la vuelve a perder. Capítulo 22: «¡Una visión increíble!». Capítulo 23: «La pérdida total de la visión». Y sigue así. Si avanzas tres cuartas partes de la serie (como el alma avanzada, ¿verdad?), habrás asumido ya un papel espiritual. En los dos primeros libros eras simplemente una persona mundana. Como en la última serie te transformaste en un alma avanzada, ahora has pasado a ser un buscador espiritual. Debes de estar llegando a alguna parte. Eso es lo que hace el yo, ¿verdad? Busca la libertad dentro de la historia, hasta que se da cuenta de que el que está buscando la libertad no es más que otro personaje de la historia.
Y de repente: «¿Qué soy yo? ¿Quién soy yo sin ninguna historia?».
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La Verdad ama. No juzga. Sostiene en sus manos una gran espada y puede discernir implacablemente lo falso de lo verdadero, pero no guarda ningún rencor. Si no te estás diciendo la verdad, sufrirás. Si la verdad no fuese implacable, no aprenderías. La verdad no te da de comer con cuchara. Puedes elegir seguir sufriendo o vivir con autenticidad. Es así de simple.
Cuando te despiertes del todo a la Verdad, verás que has sido amado siempre, en todas las experiencias y en todas las circunstancias. Te llevarás una sorpresa al ver que existe un hilo de amor que atraviesa todos los momentos. Nunca hubo víctima alguna, ni por un solo instante. Y aunque pareciera doloroso, era sólo una espada feroz que te estaba mostrando la Verdad. Comprender esto nos cuesta mucho, pues acaba con cualquier resto de victimismo.
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Cuando te despiertes del todo a la Verdad, verás que has sido amado siempre, en todas las experiencias y en todas las circunstancias. Te llevarás una sorpresa al ver que existe un hilo de amor que atraviesa todos los momentos. Nunca hubo víctima alguna, ni por un solo instante. Y aunque pareciera doloroso, era sólo una espada feroz que te estaba mostrando la Verdad. Comprender esto nos cuesta mucho, pues acaba con cualquier resto de victimismo.
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Tú eres el Dharma. Tú eres la vida. Una flor y un árbol son meras expresiones de la vida. Y no podemos atraparla en esas expresiones. La vida seguirá ofreciendo sus expresiones. Así que todo esto sigue llegando, llegando, llegando, llegando, llegando. Viene de la nada, como la flor que mañana florece y que hoy ni siquiera está ahí. La vida se expresa en forma de flor, de ser humano, de visión y de pérdida de visión. Pero no se limita a esta expresión. Si el mundo entero desapareciese, no habría menos vida, sólo habría menos manifestaciones. La vida seguiría ahí. Tú seguirías ahí. Aunque lo convirtamos en un problema de concepto, cuando la tierra desaparezca la vida seguirá ahí. Mientras moría, Ramana Maharshi dijo a sus preocupados estudiantes: «Dicen que me estoy muriendo, pero ¿acaso puedo irme a alguna parte?». La flor podrá morir, pero la vida sigue bien, gracias. La expresión desaparece, las visiones desaparecen, las personalidades cambian, las creencias cambian. Tú permaneces.
Fuente: Jugando Alegremente
Ex nihilo :)
ResponderEliminar"¿Lo ves? Se trata de eliminar. ¿Qué es lo que se elimina? Todo. Si no lo eliminas todo, no será realmente liberador. Si queda una sola cosa o un solo punto de vista sin eliminar, aún no estarás liberado."
ResponderEliminar¿Y no es ese otro punto de vista? :)
Son palabras, ni más ni menos... pero, ¿hay alguien ahí, hay un "Yo" pronunciándolas?. ¡Esa es la clave! :-)
ResponderEliminarpor eso mismo, ¿quien tiene que eliminar que?
ResponderEliminarLos pensamientos aparecen, pues que aparezcan!!!
:)
No es tan obvio como lo pintas...
ResponderEliminarCuando una persona está asentada en la consciencia egoica (como sucede con el 99,9 % de la población), no está libre de la mente ni de los pensamientos, éstos le afectan de una u otra forma. Algunos pensamientos pueden gustarle, otros serle indiferentes y otros tantos pueden desagradarle. Estas reacciones suceden automáticamente, es algo mecánico inherente a la propia mente egoica. Otra característica de este estado egoico (yo-ego-individuo) es que el número de pensamientos que surgen no tiene fin, fluyendo por lo general constantemente sin pausa ni detención... lo que no es un panorama muy halagüeño que digamos...
Muchas personas a lo largo de la historia no se conformaron a vivir así, como esclavos, y decidieron sumergirse en su interior en busca de algo más. Lo primero que hallaron fue a ellos mismos, su propia Autoexistencia desnuda de forma y contenido, su Yo Soy. Con este salto cuántico de consciencia se liberaron de los pensamientos. Ninguna forma mental podía ya empañar ni ocultar su Ser.
Aunque lograron la emancipación sobre los pensamientos todavía estaban anclados en el sentido de Autoexistencia, en el Yo Existente, en el Yo Soy. No habían comprendido que para Ser, para seguir Siendo, no era necesario estar permanentemente conscientes de Sí Mismos, conscientes de su propia Existencia.
Disolver ese Yo, soltar esa última y sutil sensación de ser una entidad, una individualidad, es el paso siguiente y final. Este Yo es la última barrera separatoria, una vez disuelto la No-Dualidad se hace verdaderamente patente.
A mi parecer, Adyashanti se está refiriendo a éste último tramo, donde soltamos y nos dejamos ir totalmente. Aquí uno deja de mirarse a Sí Mismo, ya no se es consciente de Sí, se acaba toda autoreferenciación... y se va prescindiendo de todos los apoyos donde antes descansaba la identidad, el sentido de yoidad.
Esto es Nirvana, extinción. Extinción de la identidad... No-dos
Creo que leyendo estas palabras se puede saber en que punto del camino nos encontramos. Así y todo, muchos se engañan a sí mismos al basar su entendimiento en la mera comprensión intelectual, desdeñando además cualquier tipo de explicación referente a este Despertar progresivo o por etapas.
:-)
¿Conoces a alguien que no responda al llamarlo por su nombre?
ResponderEliminarTanto el cuerpo físico como el potencial racional-intelectual de la mente no se extinguen (desaparecen) con el Despertar. Que una persona haya disuelto su identidad no significa que se convierta en un vegetal o en un ser oligofrénico, más bien todo lo contrario. Prueba de ello es la brillante inteligencia de la que han hecho gala los grandes maestros, como por ejemplo Ramana Maharshi, Nisargadatta Maharaj, Parameshwar o el mismo Gautama Buda.
ResponderEliminar- - -
Hago un inciso para colocar unas citas del libro "Los tres pilares del Zen" de Philip Kapleau...
"El Zen Buji es un Zen sin sustancia, un Zen que niega la validez de la experiencia de iluminación. Sus seguidores mantienen que hablar sobre iluminarse es una contradicción, puesto que todos estamos innatamente iluminados.
Roshi Kapleau advierte de esta evasiva filosófica, pero el Zen Buji se está empezando a expandir en occidente. Debería ser expuesto por lo que es: una pérdida de fe en el potencial de iluminación de uno mismo."
Esta forma de escapismo intelectual no sólo afecta al Zen, también está llegando con fuerza al ámbito del Advaita.
Dicho queda! :-)
:) no es obvio para la mente que busca un objeto o algo diferente a este momento, pero está aquí, más cerca que tu nariz.
ResponderEliminarTambién cuando Dogen dijo aquello de nariz vertical y ojo horizontal, era tan obvio...y casi lo majan a palos por creer que su respuesta era una tomadura de pelo jejeje, pero todo es muy simple, sólo uno lo complica todo, pero incluso esa complicación es lo que es.
Si aparecen pensamientos pues que aparezcan. No son diferentes del resto de objetos que aparecen en la conciencia :)
¡Claro! ¡para Dogen claro que es obvio! :-)... pero también se dice de él que experimentó la iluminación... ¿eso cuenta? ¿sirve de algo la vivencia del kensho o del satori? :-)
ResponderEliminar¿Sirve de algo?
ResponderEliminarvivir la plenitud del ahora,
también te hacen un 10% de descuento en centros comerciales, todos los jueves desde las 16:00 hasta las 16:03 horas, y con parking gratuito a 21km jejeje
No entiendo muy bien tu comentario... :-)
ResponderEliminarNo se si me estás preguntando si sirve de algo experimentar la iluminación, o si la pregunta es sólo para enlazar con lo de vivir la plenitud del ahora etcetc...
Si es lo primero te responderé que sí. La iluminación sí sirve, sí tiene valor, sí es importante, y sí, por supuesto que sí vale la pena emplear toda nuestra energía en vivenciarla... :-)
Lo escrito es una broma :)
ResponderEliminarDices que la iluminación sirve, que tiene valor, que es importante y que vale la pena.
¿El momento presente no es suficiente?
Que la liberación se pueda perder y volver a encontrar ¿no es una parte más del sueño, no es la sensación de que puede ser así desde el interior del sueño?
Anhelar un estado de despertar interior ¿no es un pensamiento más?
¿Lo que soy está presente aquí y ahora al cien por cien? ¿que le falta o que le sobra a Esto?
¿A que se refería Buda cuando dijo: "con la iluminación pura e insuperable no he conseguido absolutamente nada" o Krishnamurti cuando dijo: "la verdad es una tierra sin caminos",
Un abrazo
Veo que tu postura se aproxima a la del Zen buji. Bueno, es una opción aunque no la comparto en absoluto.
ResponderEliminarNo es que el momento presente no sea suficiente, es que es gracias a la iluminación que es posible apreciar la verdadera dimensión del ahora, la dimensión no-dual del momento presente. Desde la consciencia egoica, egocéntrica, individual (o como se quiera denominar) no es posible vivenciarlo de esta forma... sí, se podrá fluir o vivir la plenitud del ahora, como comentabas antes, pero como un individuo, dualísticamente. En cambio, con la iluminación se abre la puerta no al vivir el ahora sino al Serelahora, sin dualidad.
Ramana Maharshi cuenta una historia muy didáctica de cómo es este perder y encontrar:
(transcribo)
"... No es necesario ningún esfuerzo especial para realizar el Ser. Todos los esfuerzos se centran en eliminar el actual oscurecimiento de la Verdad.
Una mujer lleva un collar en el cuello. Se olvida de él, cree haberlo perdido e, impulsivamente, se lanza a buscarlo aquí, allí y por todas partes. Al no encontrarlo les pregunta a sus amigos si lo han visto en alguna parte, hasta que uno de sus amigos, señalándole el cuello, le dice que se toque el collar que lleva ceñido. Así lo hace y se siente feliz por haber hallado su collar.
Y cuando, de nuevo, se encuentra con sus amigos, estos le preguntan si ya encontró su collar. Y ella les responde: «sí», como si lo hubiera perdido y recuperado. Su felicidad al descubrirlo ciñéndole el cuello es la misma que si hubiera recuperado algo suyo perdido. En realidad, nunca lo había perdido ni nunca lo recuperó. Y, no obstante, se sintió desgraciada y ahora es feliz. Ocurre igual con la realización del Ser."
Este es el asunto. Lo que pasa con el Zen buji o el pseudoAdvaita es que tergiversan el tema convirtiéndolo en mero conocimiento intelectual... Ellos sostienen que nunca han perdido el collar, pero creen esto porque otros, los maestros, se lo han dicho. En realidad no han sido capaces de llevar su mano al cuello y comprobarlo por sí mismos. Esta postura es tremendamente limitante y frena el desarrollo espiritual de la persona... ellos solitos se ponen la soga al cuello.
Anhelar el despertar es lo que guió al Buda Gautama y a todos los Budas de todos los tiempos.
Dices: "¿Lo que soy está presente aquí y ahora al cien por cien? ¿que le falta o que le sobra a Esto?"
Falta que acerques la mano a tu cuello... si quieres saber a que se refería Buda o Krishnamurti cuando dijeron esas palabras, esa es la única forma! :-)
Otro abrazo pa'ti... y aprovechando que entramos en Diciembre: "¡Felices Fiestas!" :-D
:) tampoco comparto ni defiendo el zen buji hermano. El hecho de hacer este tipo de preguntas no significa que defienda esa postura.
ResponderEliminarLlevo unos años (uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...tengo 38 y todo empezó con 14 años) sentándome frente a la pared, y al levantarme sigo llevando el zafu, para dejar morir cada instante y abrazar el siguiente. Si me quieres encasillar con un "seudo", pues vale, estás en tu derecho.
Un abrazo :)
Mira, no entiendo por qué te das por aludido, lo único que he dicho es que la postura que has mantenido es a mi parecer Zen buji.
ResponderEliminarZen buji en el sentido de mera conceptualización... ideas y más ideas... lucir el collar sin estar seguro de llevarlo al cuello.
Yo nada tengo que saber ni opinar de ti... Tú sabrás por qué caminos andas, tuya y sólo tuya es esa responsabilidad :-)
Y esas preguntas que haces sinceramente no las entiendo. Me refiero a que no entiendo por qué las haces. No se cual es tu motivación ni lo que pretendes... pero bueno, tú lo sabrás y eso es lo importante.
¡Otro abrazo! ;-)