Narada, devoto
excelente, pidió a Vishnu un deseo muy anhelado: que le revelara el secreto de
su maya.
Con tal objeto, Vishnu sacó a Narada de su cabaña en el bosque, donde practicaba austeridades, y le ofreció llevarle a un largo viaje. Caminaron durante muchas jornadas. Un día, se adentraron en el interior de un vasto desierto y después de mucho caminar, cuando ambos padecían de una sed insoportable, divisaron a lo lejos una pequeña aldea. Señalándole una casa del poblado, Vishnu pidió a Narada que se acercara a ella y le trajera un poco de agua, mientras él le aguardaría sentado en una roca.
Narada dejó a Vishnu y se dirigió al poblado…
Cuando el asceta se adentró por primera vez en la humilde casa, quedó prendado de una mujer de belleza extraordinaria. Los miembros de la familia que se encontraban ahí le miraron con tanta naturalidad como si fuera uno de ellos. Narada también asumió la situación con naturalidad, completamente fascinado por la belleza de la mujer. Se integró paulatinamente en el ambiente y no tardó en participar, como uno más, en las actividades de la casa. No dejaba de mirar ardientemente a la adorable joven, y los campesinos advirtieron el inminente comienzo de un idilio.
Narada trabajaba, día tras día, en las labores del campo. Como era de esperar, al poco se casó con la bella mujer, con la que tuvo tres hijos.
Cuando su suegro murió, Narada heredó su casa y sus tierras. Prosperaba y era feliz. Doce años habían transcurrido desde que Vishnu le mostrara la aldea lejana… Doce años, cuando, de súbito, las lluvias torrenciales desbordaron el río próximo. Las aguas crecieron tanto que Narada, precipitadamente, salió huyendo de la casa mientras cogía a dos de sus hijos de la mano y subía el más pequeño a sus hombros. Ya de noche, y a oscuras, en el momento en que el caudal le arrastraba irremediablemente, tropezó con una piedra. El más pequeño de sus hijos cayó de sus hombros y fue tragado por las aguas. Intentando rescatarlo, soltó a los dos mayores, que también fueron succionados por la corriente oscura del río. También su amada esposa desapareció de manera espantosa, y él mismo, finalmente, y tras una caída, se dejó arrastrar, hasta arribar, inerte, en un secano.
Al salir de la conmoción, Narada no podía hacer otra cosa que llorar. A sus pies, todo era soledad y un inmenso lodazal. Imploraba clemencia a las alturas cuando, tras de sí, oyó una voz muy dulce que le llamaba: -“¡Hijo, hace más de media hora que te he pedido un poco de agua!”. Volviendo su rostro, Narada pudo ver a Vishnu sonriente y burlón, sentado en una roca en medio del desierto. Vishnu prosiguió: -“Amado Narada, ¿no deseabas conocer el secreto de mi maya?...”.
Con tal objeto, Vishnu sacó a Narada de su cabaña en el bosque, donde practicaba austeridades, y le ofreció llevarle a un largo viaje. Caminaron durante muchas jornadas. Un día, se adentraron en el interior de un vasto desierto y después de mucho caminar, cuando ambos padecían de una sed insoportable, divisaron a lo lejos una pequeña aldea. Señalándole una casa del poblado, Vishnu pidió a Narada que se acercara a ella y le trajera un poco de agua, mientras él le aguardaría sentado en una roca.
Narada dejó a Vishnu y se dirigió al poblado…
Cuando el asceta se adentró por primera vez en la humilde casa, quedó prendado de una mujer de belleza extraordinaria. Los miembros de la familia que se encontraban ahí le miraron con tanta naturalidad como si fuera uno de ellos. Narada también asumió la situación con naturalidad, completamente fascinado por la belleza de la mujer. Se integró paulatinamente en el ambiente y no tardó en participar, como uno más, en las actividades de la casa. No dejaba de mirar ardientemente a la adorable joven, y los campesinos advirtieron el inminente comienzo de un idilio.
Narada trabajaba, día tras día, en las labores del campo. Como era de esperar, al poco se casó con la bella mujer, con la que tuvo tres hijos.
Cuando su suegro murió, Narada heredó su casa y sus tierras. Prosperaba y era feliz. Doce años habían transcurrido desde que Vishnu le mostrara la aldea lejana… Doce años, cuando, de súbito, las lluvias torrenciales desbordaron el río próximo. Las aguas crecieron tanto que Narada, precipitadamente, salió huyendo de la casa mientras cogía a dos de sus hijos de la mano y subía el más pequeño a sus hombros. Ya de noche, y a oscuras, en el momento en que el caudal le arrastraba irremediablemente, tropezó con una piedra. El más pequeño de sus hijos cayó de sus hombros y fue tragado por las aguas. Intentando rescatarlo, soltó a los dos mayores, que también fueron succionados por la corriente oscura del río. También su amada esposa desapareció de manera espantosa, y él mismo, finalmente, y tras una caída, se dejó arrastrar, hasta arribar, inerte, en un secano.
Al salir de la conmoción, Narada no podía hacer otra cosa que llorar. A sus pies, todo era soledad y un inmenso lodazal. Imploraba clemencia a las alturas cuando, tras de sí, oyó una voz muy dulce que le llamaba: -“¡Hijo, hace más de media hora que te he pedido un poco de agua!”. Volviendo su rostro, Narada pudo ver a Vishnu sonriente y burlón, sentado en una roca en medio del desierto. Vishnu prosiguió: -“Amado Narada, ¿no deseabas conocer el secreto de mi maya?...”.
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