El ego no puede atrapar al Buda
En marzo de 1997 el templo zen de la Gendronnière acogió un encuentro dedicado a "La conciencia" con la participación de científicos de diversos campos y religiosos de distintas escuelas. Gérard Pilet, monje zen y filósofo, hizo un planteamiento general de la conciencia y la relacionó tanto con la filosofía como con la tradición del zen.
La 'conciencia' es un tema muy vasto, sin duda es uno de los más profundos que existen. Por eso es también uno de los más difíciles de abordar con palabras. No tengo la intención de presentar una panorámica general de qué es la conciencia, sino de abordar determinados aspectos concretos que están en relación con la práctica de la Vía: zazen, que es lo que nos concierne.
La palabra 'conciencia' (consciencia) viene del latín conscientia, que quiere decir "acompañado de saber". Es decir que la conciencia, bajo la forma que nos resulta más fácilmente abordable, es en primer lugar "saber lo que se hace", no solamente saber hacerlo, sino también saber qué es lo que se está haciendo, esto es lo que se llama conciencia reflexiva, por oposición a la conciencia inmediata.
Esta conciencia reflexiva instaura una separación entre el ser humano y sí mismo, entre el ser humano y el mundo. Una separación entre el ser humano y sí mismo, en la medida en que el ser humano se toma como objeto de conciencia. Una separación entre el ser humano y su mundo, en la medida en la que, con la conciencia, el hombre no está simplemente en el mundo sino también de cara al mundo, un mundo que él vive como cosa a pensar, realidad a pensar, realidad a comprender, realidad a transformar, realidad a modificar. Esta conciencia refleja es una especie de espejo con el cual me reenvía lo que hago, una especie de pensamiento reflexivo que va a instaurar la dualidad entre yo y yo, entre yo y el mundo exterior, es decir, en cierta forma la dualidad entre el sujeto y el objeto.
Por esta razón algunos filósofos, Husserl por ejemplo, decían que la conciencia es siempre conciencia de algo. Querían decir con esto que no hay conciencia sin objeto. Se verá enseguida que esto es cierto para la conciencia reflexiva, pero que esto no es forzosamente verdad para otras formas de conciencia. Pero Husserl, creo que no tuvo la ocasión de experimentar estas otras formas de conciencia. Éste es también el sentido de la fórmula de Descartes "Pienso, luego existo", que significa de hecho "Pienso, luego sé que soy". Puesto que pienso, ya no me contento sólo con ser, ahora también lo sé: siempre esa conciencia reflexiva.
Como podéis ver, esta conciencia reflexiva es el origen de lo que se llama el sentido del 'yo', el ego. Este sentido del yo, entraña la conciencia de separación entre este ego y lo que no es este ego, es decir el mundo: cuando no hay ego, el mundo ya no existe, en tanto que realidad que se encuentra en el exterior de mí. Y cuando ya no hay 'yo', ya no hay 'tú', y cuando ya no hay 'tú', no hay 'yo'. Es una verdad filosófica que tiene su importancia. Además, cuando se abandona el sentido del ego, 'lo otro' deja de existir, que es de hecho la raíz última de la compasión.
Hay mucha gente que se sorprende de ver la compasión desmesurada, sin resquicio, de la que dan prueba los maestros realizados, ya sea en el zen, el budismo o el hinduismo. Las personas que se han realizado, que han seguido la Vía y que han completado esta Vía, tienen una compasión ilimitada. Pero incluso, para ellas no es compasión puesto que no hay 'el otro'. No hay 'el otro', porque ya no hay 'yo'; es decir, que el hecho de dar es para ellas una cosa natural. Cuando ya no hay conciencia de que 'el otro' es 'otro', entonces todo es 'yo'.
Esta conciencia reflexiva no existe en el sueño profundo. Mientras estáis en un sueño profundo, dormís pero no sabéis que dormís. Es decir la conciencia acompañada de saber no existe. Lo que caracteriza al sueño profundo es, justamente, que no se sabe que se duerme. Si uno dice "Yo duermo", es que no duerme. El sueño profundo es, pues, el abandono de esta conciencia reflexiva: "Yo duermo sin saber que yo duermo y, si duermo verdaderamente, no puedo saber que duermo."
El sueño con sueños es una conciencia intermedia entre la conciencia de vigilia y el sueño profundo, porque soñando hay, en efecto, una cierta conciencia de sí. En estos sueños se interviene, sea de manera indirecta o bien sea directamente. En revancha, yo no sé que mi soñar es soñar porque yo no sé que duermo, ésta es la ilusión propia del estado de soñar. Generalmente, uno permanece en uno de estos tres estados de conciencia: la conciencia reflexiva, la conciencia propia de estado de soñar y la conciencia propia del sueño profundo.
Sin embargo, las diferentes vías espirituales de la humanidad ponen el acento sobre la existencia de otras formas de conciencia, de otros niveles de conciencia. Así, por ejemplo, en el zen, los maestros de la transmisión nos hablan de la conciencia hishiryo. Ésta no es la conciencia de la que se hablaba hace un momento, la conciencia reflexiva. Hishiryo no es la conciencia reflexiva porque en ella ceso de identificarme con los contenidos de mi pensamiento. Y por esta no-identificación se manifiesta la emergencia de otro estado de conciencia. Es lo que se llama a veces el espíritu de Buda.
Si la conciencia normal, reflexiva, se vuelve y trata de enfocar este espíritu de Buda, entonces este espíritu de Buda se evapora inmediatamente. Sensei nos decía a menudo: "Si dices 'yo soy Buda', ya no lo eres." "Si durante zazen os decís: 'Estoy verdaderamente bien, esto es el samadhi, esto es el nirnava, yo soy Buda', en este momento dejas de ser Buda." Esto quiere decir que si la conciencia de 'yo', si el sentido del ego, viene a interferir aunque sólo sea un poco con este espíritu de Buda, este espíritu de Buda no se puede manifestar. Este espíritu de Buda se manifiesta cuando cesa el espíritu del 'yo', el sentido del ego, la conciencia reflexiva.
Esto tiene el mismo sentido que lo que Sensei nos decía de que Buda es como un gato. El gato, si quieres cogerlo, se escapa. Si no tienes la intención de agarrarlo, viene a instalarse sobre tus rodillas. Si no buscáis nada, si no queréis tomar, sujetar, el gato gato viene a instalarse sobre vuestras rodillas. Buda viene a instalarse sobre vuestras rodillas.
Esta conciencia de hishiryo, este espíritu de Buda, suprime la dualidad creada por la conciencia reflexiva entre el entre yo y el yo, entre yo y el mundo. Por esto es por lo que dicen los maestros de la transmisión que durante zazen se puede ser los árboles, la naturaleza, el bosque, el océano, el cosmos y todas las cosas; porque el sentido del ego no puede existir, la conciencia reflexiva ya no existe. Además, en este momento cesa la separación entre sujeto y objeto producida por la conciencia reflexiva. Por eso para conocer al Buda no hay más que una solución: ser Buda. Si no sois Buda, no podéis conocerlo. No se puede asir al Buda como la conciencia reflexiva agarra un objeto de conciencia: "tomo conciencia de la sala, tomo conciencia de la luz", pero al Buda no podéis nunca tomarlo como objeto de conciencia. La dualidad sujeto-objeto no cuenta en lo que concierne al espíritu de Buda, por eso, si tratáis de asirlo, se va. El gato se va. El ego no puede atrapar al Buda. No hay más que una solución para manifestar al Buda, es el abandono del ego, es decir el abandono de la conciencia reflexiva.
Ahora podéis comprender las palabras de este filósofo, Husserl, que, dicho sea de paso, era un filósofo bastante profundo: "Toda conciencia es conciencia de algo". Esto es cierto para todo lo que se refiere conciencia reflexiva, pero pero no es cierto para la conciencia hishiryo, es decir para las formas de conciencia supramentales y para las formas de conciencia superiores a la conciencia ordinaria.
En el marco de la experiencia de Buda, de la experiencia de hishiryo, la conciencia no es conciencia de ninguna cosa. Se es Buda, no se ve al Buda. No puede haber yo y Buda simultáneamente, ni yo que perciba al Buda. Esto es imposible.
Por eso, si el ego vuelve a la carga y dice: "Yo soy Buda", se está nuevo en la ilusión. Se sitúa uno en la conciencia separativa, en la conciencia reflexiva, salvo que nuestro nivel de realización espiritual sea tan fuerte que cuando digamos 'yo' no apuntemos al 'ego'. El Buda, por ejemplo, cuando decía 'yo', su 'yo' no designaba a Shakyamuni, el ego; su 'yo' se refería al conjunto del cosmos. Cuando decía "Yo he experimentado la iluminación bajo el árbol de la bodhi", su 'yo' no era el yo de su ego, puesto que él no tenía ego. Por eso también dijo: "Todas las existencias han experimentado el despertar bajo el árbol de la bodhi al mismo tiempo que yo".
No podía ser de otra forma, en caso contrario la experiencia de Buda no habría sido auténtica. Si la experiencia del despertar es verdadera, no podéis estar despiertos y los demás en la ilusión. Despertáis y los otros despiertan al mismo tiempo que vosotros. Los otros están en el despertar con vosotros y al mismo tiempo que vosotros, dado que ya no hay egos. Ésta es la experiencia del supremo samadhi.
Con toda seguridad, aquellos que no viven esta experiencia y leen los escritos de estos seres pueden equivocarse completamente. He escuchado a algunas personas decir que Buda o aquel maestro eran unos megalómanos, neuróticos. ¡En absoluto! Están ciertamente del otro lado que ya no residen nunca en los registros del ego. Cuando dicen 'yo' no lo hacen desde el 'yo' del ego, desde el 'yo' de la conciencia reflexiva.
Cristo decía a menudo: "El reino de los cielos pertenece a los niños", a los que se parecen a los niños. Esto es interesante por referencia al problema de la conciencia, del niño pequeño; el bebé, no tiene conciencia de sí. La conciencia de sí comienza a partir del año y medio o poco más. Llega poco a poco al mismo tiempo que el lenguaje, de forma progresiva.
Cuando esta conciencia de sí no está todavía manifestada, el niño se refiere a sí mismo por su propio nombre y no usa nunca el 'yo' al hablar de sí mismo. Posteriormente, cuando la conciencia de sí está bien establecida, dice yo, mí. Pero al comienzo en el bebé, en el niño, no hay conciencia de sí. Las palabras de Cristo quieren decir entre otras cosas: "Si queréis entrar en el reino de los cielos, es preciso que abandonéis el sentido del ego, la conciencia del ego, el nivel de la conciencia reflexiva y que os aliéis con otro nivel de conciencia: volverse como un niño."
Los maestros realizados, los sabios realmente realizados, parecen a menudo niños pequeños. Las personas le decían a veces a Sensei: "Parece usted un niño en sus reacciones." Con muchos sabios realizados se tiene la sensación de estar delante de un niño grande, pero este niño grande no es un bebé; es un bebé en la supraconciencia de sí, en el más allá. El bebé se parece, porque el germen de la conciencia del ego no está todavía desarrollado, mientras que el sabio es así, porque no le queda ningún germen de la conciencia del ego.
Como ya os he dicho, la conciencia de sí es la conciencia que separa el yo del mundo: si hay yo, hay algo que es no-yo, es decir el otro, el mundo.
Gérard Pilet
Fuente: Revista Zen nº 14
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