El engarce de una sabiduría secreta en un verbo de Job
Has de saber que el secreto de la
vida reside en el agua1, que es el origen de los elementos del mundo
corporal y de los fundamentos del Universo. Por eso Dios ha hecho surgir del agua a todo ser viviente (Corán 21,30), y
no hay nada que no tenga vida. En efecto, no hay nada que no celebre Su trascendencia mediante la
Alabanza de Dios, aunque no
comprendamos esta celebración (Cor. 17,44) más que por medio de una
intuición de naturaleza divina. Solo un «viviente» puede celebrarlo de esta manera.
Todo es, pues, viviente, y tiene su origen en el agua.
Considera cómo el Trono se
encuentra sobre el agua (Cor. 11,
7): habiendo recibido su existencia a partir de ella, se eleva en su
superficie; y ella lo preserva estando por debajo de él.
Del mismo modo ocurre con el
hombre. Dios lo ha creado en un estado de servidumbre, pero luego se ensoberbeció
frente a su Señor y se levantó contra Él. A pesar de eso, Él lo preserva,
permaneciendo por debajo de él, a causa de la altura de ese servidor ignorante
de sí mismo2. Recuerda las palabras del Profeta: «Si dejáis colgar
una cuerda, caerá sobre Dios». Con esto, ha indicado indirectamente que la
profundidad puede serLe atribuida, del mismo modo que la altura, presente en
Sus palabras: Temen a su Señor, que está
por encima de ellos (Cor. 16, 50). De igual modo en esta otra: Y él es el Reductor, colocado por encima de
Sus servidores (Cor. 6,61). Él es Dueño de lo alto y de lo bajo. Por eso
las seis direcciones no son manifestadas más que por el hombre, que ha sido
hecho «según la Forma del Todo Misericordioso»3.
Solo Dios da el alimento. Ha dicho a propósito de un grupo: Y si hubieran puesto en práctica la Tora y el Evangelio... ; luego, se ha expresado de una manera indeterminada y general: Eso que les ha sido revelado de parte de su Señor, incluyendo allí todo estatuto revelado por boca de un enviado o por vía de inspiración, comerían de lo que está por encima de ellos4; es Él quien da el alimento a partir de la dimensión de lo «alto» que Le es atribuida; y de lo que está por debajo de sus pies (Cor. 5,66). Y es Él igualmente quien proporciona el alimento a partir de la dimensión de lo «bajo» que se ha atribuido a Sí Mismo por boca de Su Enviado, que es también Su intérprete.
Solo Dios da el alimento. Ha dicho a propósito de un grupo: Y si hubieran puesto en práctica la Tora y el Evangelio... ; luego, se ha expresado de una manera indeterminada y general: Eso que les ha sido revelado de parte de su Señor, incluyendo allí todo estatuto revelado por boca de un enviado o por vía de inspiración, comerían de lo que está por encima de ellos4; es Él quien da el alimento a partir de la dimensión de lo «alto» que Le es atribuida; y de lo que está por debajo de sus pies (Cor. 5,66). Y es Él igualmente quien proporciona el alimento a partir de la dimensión de lo «bajo» que se ha atribuido a Sí Mismo por boca de Su Enviado, que es también Su intérprete.
Si el Trono no está sobre el
agua, su existencia no estará preservada, porque es la vida la que preserva la
existencia del viviente. Considera al viviente: cuando muere de muerte natural,
se descompone y las facultades unidas a su condición particular son
aniquiladas.
El Altísimo ha dicho al respecto
de Job: Golpea la tierra con tu pie:
aquí tienes con qué lavarte, es decir, agua fresca (Cor. 38,42), a causa
del dolor que le causaba un exceso de calor. Dios calma este exceso por medio
de agua fresca. Por eso la ciencia de la medicina consiste en disminuir lo que
es excesivo y en aumentar lo que es deficiente; su fin consiste en realizar el
equilibrio.
Este no puede alcanzarse, pero la
ciencia de la medicina puede aproximarse a él. Decimos que no puede alcanzarse
porque la percepción directa de las realidades esenciales indica que la
existenciación se realiza permanentemente por medio de los Soplos5.
No puede producirse más que a partir de una tendencia que, cuando se manifiesta
en el seno de la Naturaleza primordial, es denominada desequilibrio o, en
última instancia, descomposición, y es denominada «Voluntad» en tanto que se
refiere a Dios, porque se trata entonces de una tendencia hacia un objeto
particular querido con exclusión de los demás. El equilibrio requeriría, por el
contrario, que el conjunto fuera tratado de igual modo, lo que no sucede. Por
eso negamos la presencia del equilibrio permanente en el seno de la
Manifestación.
La ciencia divina profética nos
enseña que Dios es cualificado por la satisfacción y la cólera, así como por
otras cualificaciones opuestas entre sí. La satisfacción lleva consigo el cese
de la cólera, y la cólera la de la satisfacción para el que sea objeto de ella,
cuando el equilibrio implique su presencia simultánea. No se puede estar
encolerizado contra alguien cuando se está satisfecho de él, como tampoco se
puede estar satisfecho de alguien cuando se está encolerizado contra él: tanto
en un caso como en el otro, Dios manifiesta respecto del servidor una sola de
esas dos cualificaciones, o, dicho de otro modo, una «tendencia».
Decimos esto únicamente a causa
de los que pretenden que las Gentes del Fuego sufren para siempre la cólera de
Dios y que se encuentran excluidos de Su satisfacción. En efecto, esta manera
de ver confirma lo que queremos mostrar, y si ello es como lo decimos (es
decir, que el destino de las Gentes del Fuego, a pesar de permanecer allí para
siempre, es el cese de los sufrimientos), es entonces la satisfacción la que lo
arrebata, porque la cólera acaba con el sufrimiento. La cólera es el
sufrimiento, ¡entiéndelo bien! El que monta en cólera es alguien que ha sido
herido y que busca vengarse haciendo sufrir a su vez al que es objeto de su
cólera, a fin de recuperar su propia tranquilidad por la traslación de su
sufrimiento.
Si consideras a Dios como
separado del mundo, Él es de una elevación tal que es imposible atribuirle una
cualificación de este género. Si consideras, por el contrario, que es el Yo del
mundo, es a partir de Él y en Él como se manifiestan todos los poderes
regidores de las realidades esenciales expresadas por los Nombres divinos. Se
trata de Sus Palabras: Y hacia Él
retorna la Orden en su totalidad (Cor. 11, 123), según la realidad
verdadera y la revelación esotérica, adóralo,
pues, y confíale tus asuntos, según lo que es percibido a través de los
velos del pudor y de la protección.
La contingencia no contiene nada
más perfecto que este mundo, porque fue hecho «según la Forma del Infinitamente
Misericordioso». Dios lo ha manifestado, es decir, que Su propia Realidad se ha
manifestado por la exteriorización del mundo, como el hombre se manifiesta por
la existencia de la forma natural. Resulta de esta analogía que nosotros somos
Su Forma exterior y que el Yo divino es el Espíritu de esta Forma. El poder
rector no se aplica más que a Él, del mismo modo que no es ejercido más que por
Él. Él es, pues, el Primero, en
cuanto a la significación esencial, el
Último en cuanto a la Forma, el
Exterior en la modificación de los estatutos y de los estados, y el Interior por el poder de regir, y Él es Conocedor de todo (Cor. 57, 3).
Es también el Testigo de todo (Cor. 4, 33), pues Él conoce por medio de una
visión directa, no de una reflexión. Asimismo, la ciencia de las Degustaciones
espirituales no procede de la reflexión, sino que es una ciencia verdadera.
Todo lo demás no es más que conjetura y aproximación; no es verdaderamente una
ciencia.
Para Job, esta agua fue también una bebida (Cor. 38, 42) a fin de poner
fin al tormento de la sed, que formaba parte de la desdicha y del tormento
por los que Satán lo había herido
(Cor. 38,41), es decir, el alejamiento extremo que le impedía comprender las
verdades esenciales como ellas son. Desde el momento en que pudo comprenderlas,
estuvo en una situación de proximidad.
Todo lo que es contemplado está
cerca del ojo, incluso si está lejos. La mirada llega hasta él porque implica
una visión directa que, sin eso, no existiría. Sea lo que fuere, se trata de
una proximidad entre la mirada y su objeto. Por eso Job ha empleado el término
«herido»; él lo atribuyó a «Satán» a pesar de la proximidad evocada por este
término. Dijo: «El que se ha alejado de mí está cerca a causa de su poder sobre
mí». Por lo demás, tú sabes bien que la lejanía y la proximidad son nociones
relativas, dos conceptos desprovistos de realidad propia en el ser al cual se
aplican, a pesar de su poder real en «lo que está lejos» y «lo que está cerca».
Has de saber que el secreto de
Dios en Job es aquel del que ha hecho una lección para nosotros y un Libro escrito (Cor. 52,2), perceptible
por el «estado espiritual», que lee esta comunidad muhammadî a fin de aprender
lo que contiene y de acercarse así al que es su Maestro; todo eso es para
señalar su excelencia.
Dios ha alabado la paciencia de
Job, a pesar de que éste había suplicado el fin de sus desdichas. Sabemos por
eso que, si el servidor dirige a Dios semejante demanda, eso no es nocivo para
su paciencia. Que siga siendo paciente
y un excelente servidor (Cor. 38, 44),
como ha dicho el Altísimo, y que se
arrepienta sin cesar, es decir, que se vuelva sin cesar hacia Dios y no
hacia las causas segundas. Dios obra entonces por medio de una causa debido a
que el servidor se ha apoyado en Él, porque, si las causas que pueden hacer
cesar algo son numerosas, su origen es un Ser único. Es, pues, preferible que
el servidor retorne hacia el Ser único que ponga fin a su sufrimiento por medio
de una causa segunda antes que hacia una causa particular, porque puede ser que
en ese caso su paso no concuerde con la ciencia de Dios sobre este asunto. Y el
servidor dice: «Dios no me responde», cuando no se ha dirigido a Él, sino que
se ha vuelto hacia una causa particular cuya existencia no está implicada ni
por el tiempo ni por el momento de la petición.
Job ha obrado según la Sabiduría
de Dios, porque era uno de los Profetas. Es sabido que la paciencia para
algunos consiste en impedir al alma lamentarse, pero esa definición no es
válida para nosotros. Nosotros pensamos que la paciencia consiste más bien en
impedir al alma que se lamente ante otro que no sea Dios. Lo que conduce a
aquellos a la falta de discernimiento es la idea de que el que se lamenta
perjudica a la satisfacción que debe experimentar respecto del Decreto eterno,
cuando no es nada. La queja, tanto si se dirige a Dios o a otro, no daña a la
satisfacción que conviene experimentar respecto del Decreto eterno, sino
únicamente a la que se refiere a lo que ha sido efectivamente decretado, pues
no hemos sido exhortados en ningún caso a sentirnos satisfechos. El daño
sufrido por Job es el que ha sido efectivamente decretado, no la esencia del
Decreto eterno.
Job sabía que el hecho de impedir
al alma quejarse a Dios para que Él borre el daño es una manera de oponerse a
Su poder aplastante, una ignorancia del ser que Dios somete a prueba al
respecto de lo que hace sufrir a su alma, de suerte que se abstuvo de pedir a
Dios que lo librara del objeto que causaba su dolor. El ser realizado, por
tanto, le dirige súplicas a Dios y Le pide que ponga fin a su sufrimiento.
Para el gnóstico dotado de
intuición, se trata de librar a Dios. En efecto, el Altísimo se ha descrito
como quien puede ser ofendido, diciendo: Los
que ofenden a Dios y a su Enviado (Cor. 33,57). ¿Hay una ofensa más grande
que la prueba que Él te inflige, cuando tú te muestras indiferente hacia Él y
de una Estación divina de la que no tienes la ciencia? Esto es a fin de que tú
vengas a Él a través tu queja y que Él la aparte de ti, a fin de que se mantenga
la dependencia de Él (que es tu realidad esencial), para que el mal sea
apartado de Dios por la petición que tú Le diriges, porque tú eres Su Forma
exterior.
Un gnóstico tenía hambre y se
puso a llorar. Alguien que no tenía el conocimiento divino se lo reprochó. El
gnóstico respondió: «Él me ha hecho padecer hambre únicamente para que llore».
Es decir: «Me ha probado únicamente para que Le ruegue que me libre de este
mal, lo que no disminuye en nada mi paciencia».
Sabemos, pues, que la paciencia
consiste únicamente en impedir que el alma no se lamente ante ningún otro más que
a Dios; y por «otro», entiendo un Rostro particular de entre los Rostros de
Dios. Sin embargo, Dios ha determinado un Rostro particular entre los Rostros
de Dios, que Él ha nombrado «el Rostro de la Esencia». Es en este Rostro al que
el servidor creyente se dirige para pedir ser librado del mal que le ha
alcanzado, no a los otros Rostros, llamadas «causas segundas», que no son, sin
embargo, sino Él, considerado bajo el punto de vista de la distintividad esencial
presente en Él. El gnóstico que pide a la Esencia de Dios que lo libre del mal
no está velado del hecho de que el conjunto de las causas segundas son Su
Esencia, considerada bajo puntos de vista particulares.
En su soledad, se atienen
constantemente a esta forma de pedir los Servidores de Dios que tienen el
sentido de las conveniencias, Guardianes fieles de los secretos de Dios. Dios
tiene Fieles que Él solo conoce y que se reconocen entre ellos.
Te hemos dado un consejo
prudente: obra en consecuencia. Dirige tus súplicas solo a Él.
1 Como podemos
apreciar por el contenido de este párrafo, el shayj no se está refiriendo aquí
al agua en tanto que elemento líquido del mundo físico.
2 Este confuso párrafo
parece ser voluntariamente ambiguo. Podemos entender, bien que Dios preserva al
servidor a causa de la elevación de su rango (por el hecho de que el hombre ha
sido creado según la Forma divina), bien que Él lo preserva, por pura
misericordia, «por debajo de él», puesto que el hombre se ha «elevado» con
orgullo a pesar de su condición de siervo.
3 Como bien recuerda
Gilis en su edición de la obra, las direcciones del espacio corresponden al
aire en cuanto a los elementos, a la forma en cuanto a las condiciones de la
existencia corporal, y al principio metafísico designado como el Ser. La
Esencia divina es indiferenciada, pues encierra sintéticamente todas las
direcciones. Estas no aparecen de forma distintiva más que con relación al
hombre, que, en el grado supremo, designa al «ser total». En tanto que
Representante de Dios, el Hombre Universal es la expresión perfecta de la Forma
divina.
4 Se trata de
alimentos espirituales obtenidos en los grados esenciales, por oposición a los
que se encuentran «por debajo de sus pies», obtenidos como consecuencia del
avance en el «sendero» de la vía iniciática por medio del combate espiritual y
actos de devoción.
5 Se refiere a la
renovación de la creación a cada instante, llevada a cabo por el Soplo del
Infinitamente Misericordioso.
Fuente:
Capítulo 19 del libro Los Engarces de las Sabidurías - Ibn 'Arabî (Editorial Edaf)
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